Refiriéndose al “juego” con la gravedad con la que se refieren los niños, Julio Cortazar sostenía que todo proceso creativo que merezca ese nombre es un juego. Cortazar llevó el juego hasta sus últimas consecuencias; jugó con la literatura, con los géneros, con las formas y con el propio lenguaje.  

Usando las mismas herramientas de Cortazar, el taller propone una jerigonza gráfica de permutaciones, variaciones, repeticiones, superposiciones, sustracciones y combinaciones aleatorias con el objetivo de activar casualidades significativas y potenciar soluciones inauditas e inverosímiles.
Sirviéndonos de las técnicas manuales del collage, la estampación, la transferencia o el monotipo, y las órdenes de lo arbitrario, el “glíglico” actuará como mediador e inductor en la generación de imágenes fortuitas que, estimuladas por lo caprichoso, sean el sustrato mágico que alimente al asombro.